La sonrisa de un Payaso I

Llevaba 20 minutos esperando el camión. Los ojos le ardían como si trajera dos puñados de tierra en cada uno.

El Periférico aún seguía adornado por algunos autos que corrían a toda velocidad ante el acecho del radar que, cual sigiloso espía, retrataba a gusto cuanta placa se le ponía enfrente.
"Les vale madre si exceden el límite de velocidad; estos weyes sólo quieren sacar dinero. Por eso no tengo coche", pensó mientras una sonrisa irónica se dibujaba en su rostro cansado y le daba un poco de alegría a los ojos hundidos y coronados por unas grandes ojeras.
Un par de luces rompieron sus pensamientos. Sin más, abordó el camión y se dirigió, como todos los días, al metro Universidad. Aunque la rutina era de por sí aburrida, por extraña razón esa noche le prestó un poco de atención al recorrido que hizo lentamente el transporte colectivo.

Se fijó en lo suntuoso que pueden ser los grandes hoteles que están sobre Periférico y trató de imaginar cuántas personas habrían visitado la famosa plaza comercial ubicada sobre el mismo Anillo.

El paso lento del camión, el cansancio y el tedio hicieron efecto inmediato para que una dosis somnífera se apoderara de su cerebro y cayera en un leve letargo. Durante él recorrió tiendas con decoración bizarra y luces neón.

Le causaba risa ver las formas y los colores de las prendas y zapatos que se ofertaban en los extraños aparadores: tenis Converse con formas de zapatos suecos...



El enfrenón lo despertó. Tallándose los ojos se incorporó y descendió del autobús. Estaba fastidiado y no por haberse despertado de forma abrupta, era un poco de todo.

Al llegar a los torniquetes del metro sintió hambre y recordó los malabares que estaba haciendo para que la quincena le rindiera.

Sería exagerado pensar que no podía gastarse ni siquiera 10 pesos extras en un pan o en un sope; no era el caso, pero un imprevisto siempre sucede, por lo que prefirió aguantarse.
"Llegando a la casa veo si hay algo, aunque sea un vaso de leche", pensó al tiempo que bostezó.
El rostro se le iluminó cuando vio que el metro llegaba. Lo primero que se propuso fue "agarrar" un buen lugar (aunque a ciencia cierta no sabía qué era exactamente ese deseo, pues todos los asientos del metro son igual de incómodos).
"Bueno, pegado la ventana para poder recargarme y dormirme un rato", se contestó a sí mismo.
Sabía que no era una noche común a pesar de lo rutinario que había sido el día en el trabajo; de hecho, hacía ya bastante tiempo que todo era lo mismo.

Aunque los primeros días su ánimo había sido golpeado, poco a poco se fue endureciendo y las lágrimas se habían ido secando.

Recordaba angustias pasadas que quizá aún dolían, pero no de manera tan intensa; lastimaban por el recuerdo... sólo por eso.

A lo largo de todo ese tiempo, su espíritu se había partido no en dos, sino en muchos pedazos y en el intento por volver a reconstruir el rompecabezas, se había hartado.

Pelear batallas perdidas no era algo que ya viera como un reto emocionante.

Simplemente se había acostumbrado a recibir golpe tras golpe y a absorber un dolor que, hasta entonces, ya se había convertido en su amigo y parte de su vida. No le importaba ya. "Un madrazo más o un madrazo menos no me dejará peor de lo que estoy", pensó.

Contrario a muchas otras noches, no se sentía triste. De hecho, hasta sonrió al acordarse de las peripecias sufridas durante el día.

Se burló de los recuerdos; no maldijo su suerte, pero se mofó de ella y no recriminó a sus sentimientos la tristeza que sentía en el fondo. Rió y suspiró profundamente.

Sacó su teléfono celular, se puso un audífono y perdió su mirada ante el cristal rayado del vagón. No recordaba haber disfrutado tanto una canción como en aquel momento... Something to belive in de The Ramones inundó su maniatado espíritu.
I wish, I was someone else. / I'm confused, I'm afraid, I hate the loneliness. /
 And there's nowhere to run to
 / Nothing makes any sense, but I still try my hardest.
 / Take my hand, please help me,
'cause I'm looking for something to believe in.
 / And I don't know where to start. / And I don't know where to begin, to begin.
Ya no era el hombre afortunado de otro tiempo. Al menos así lo sentía. Los sueños se habían extinguido hace ya un buen rato. Las ilusiones no tenían cabida en un alma que se había edurecido con el paso de las decepciones.

Se sentía como aquellos grandes boxeadores que aguantaban, round tras round sin caerse, para después lanzarse sobre el adversario cuando éste ya se encontraba cansado y noquearlo de un sólido impacto. "Pero ese final no se aplica en mi caso, no me apelldio Balboa, ja", dijo en voz baja con cierta emoción.
If I was stupid or naive
 / Trying to achieve what they all call contentness
 / If people weren't such dicks and I never made mistakes
 / Then I could find forgiveness.
El recorrido continuaba y la canción se repetía una y otra vez. La mirada seguía clavada en algún punto de la oscuridad de los túneles o, en su defecto, en las lámparas de cada estación.
Take my hand, please help me 'cause / I'm looking for something to believe in. / And I don't know where to start. / And I don't know where to begin, oh no... / I can't be someone else, I don't feel that it's hopeless, / I don't feel that I'm useless.
Los recuerdos se esfumaron de la mente. Inclusive el hambre había desaparecido y sólo sentía una extraña sensación de paz. Inexplicable. No había motivos para que este sentimiento apareciera en medio de su caótica vida, pero así era... por fortuna así era...
I can't throw it all away, / I need some courage to find my weakness / And with your love,
I know with all my heart I can win
 / 'Cause I'm looking for something to believe in, / And I just need something to believe in.
 / I'm looking for something to believe in and I just need something to believe in.
La canción comenzaba apagarse y decidió poner pausa al concierto personal. Los ojos los sentía más pesados y volvió a tallarlos.

No quería pensar en nada que lo pusiera melancólico, pero era inevitable que los recuerdos llegaran como un alud en su mente.

Trataba de esquivarlos, de no ponerles atención, pero parecían tenerlo acorralado, listos para pisotear de nueva cuenta su corazón y sus sentimientos

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La mente abismal

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"Pese a todas sus imperfecciones, admiro al ser humano... soy un humanista, tal vez el último" John Milton (Satanás), El Abogado del Diablo

Sobre el abismo...

Pareciera tarea fácil definir o explicar qué es un abismo; sin embargo, la palabra encierra muchos conceptos. La explicación más simple y común lo define como "Infierno"

Hay quienes lo catalogan como un "gran espacio peligroso, cuya profundidad es vasta".

Otra definición lo califica como algo "inmenso, insondable o incomprensible" o también se le considera la "gran diferencia u oposición entre personas, ideas o cosas".

¿Acaso no todos esos calificativos describen nuestra realidad?

No es sino el propio humano quien ha acrecentado el tamaño del abismo con sus contrastantes sentimientos y cambios de humor.

Irónicamente estamos en medio de un vacío, rodeados de personas tanto o más solitarias que nosotros mismos.

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