La Presa



La claridad en el cielo le parecía rara. No es que fuera un fenómeno extraordinario, no. Simplemente era un espectáculo que le parecía poco común. Habían pasado poco más de 15 días desde que su perspectiva del mundo había cambiado de forma radical.

Welcome to the jungle, we've got fun 'n' games. We got everything you want. Honey, we know the names. We are the people that can find whatever you may need if you got the money, honey, we got your disease…
“Es un renacimiento y una renovación”, pensó al tiempo que salía del metro y veía ante sí la Puerta de Toledo. Dejó escapar un profundo suspiro y se mezcló entre la gente que, tranquilamente, caminaba rumbo al mercado de El Rastro, ubicado en el pintoresco barrio de La Latina.

Los pensamientos de las nuevas vivencias se mezclaban con el pasado. Recordaba las épocas complicadas, llenas de un sentimiento de abandono y soledad que, hasta ese momento, le parecieron tan estúpidas e incomprensibles.

“Carnal, hay un mundo más allá de estas paredes de cristal que no está esperando”, se dijo para sí mismo al tiempo que recordó la leyenda en una postal que, dos años atrás, un amigo le había regalado con motivo de un viaje a Costa Rica. Sonrió emocionado y se perdió por esa larga calle que conecta hasta la Plaza Mayor de Madrid.
In the jungle, welcome to the jungle. Watch it bring you to your sha na na na na na na na knees, knees. I wanna watch you bleed
“Caña y tapa, 1.20 €”. Sonrío. Era tan increíble ver que se podía comer y tomar cerveza de una forma relativamente barata, claro sin comparar la paridad de moneda. “El que convierte no se divierte”, recordó; buen consejo de otro gran amigo.

El recorrido por El Rastro le pareció familiar. Creyó estar en México, en la Lagunilla. Todo era tan similar: los puestos, el mar de gente, los regates, el movimiento. Inclusive, parecía que por momentos encontraría tacos.

Los puestos le daban mayor colorido al ambiente. Desde la venta de playeras con la frase “Yo amo Madrid”, “Que la Marihuana esté contigo” (con una caricatura de Yoda fumándose un cigarro verde), hasta la peculiar cara de Heidi, pintada como Gene Simmons, rodeada del círculo de fuego que aparece en el álbum Rock n’ roll Over, de Kiss, y con la leyenda “Heidi Metal”.

El sentimiento de añoranza quería manifestarse; sin embargo, todo se compensaba con el ambiente y lo que él conllevaba: el lugar, la ciudad, la gente y los muchos lugares donde se podía comer bien y tomarse un par de cervezas.

“Pnme una caña cuando puedas”, dijo sonriente. “Ah, y una ración de oreja”, agregó.
Con gritos, el cantinero hizo el pedido. La caña llegó en seguida. Un trago bastó para tomar la mitad del vaso. “Esto es negocio, así como todos toman aquí, tranquilamente se toman cuatro y ni quién diga algo”, pensó. Pidió otra caña.

“Cómo llego a la Plaza Mayor?”, preguntó al hombre que atendía la barra.

“Coges la calle de Toledo y sigues de frente. Al fondo te encuentras con ella. Mexicano, no?”, contestó sonriente el encargado de la tapería, calificativo con el que se conocen a este tipo de lugares en España.

Le parecía rara la reacción, pues había escuchado que los españoles eran oscos y parcos. Éste, al menos, no lo era.

“Sí, soy mexicano”, contestó tras darle otro sorbo al vaso. El lugar aunque pequeño, era cómodo. En las paredes se veían carteles de corridas de toros.

“Corridas de toros! Jajajajaja. Hombre! Que ni se te ocurra decir eso de corridas en otro tema. Es una mala palabra tío!”, dijo el hombre de la barra.

- ¿Por qué?
- Porque eso quiere decir que eyaculas. Imagina que le dices a una chica: Tía, que te invito a una corrida! Te da un tortazo!

La carcajada fue inevitable. El acento y la gracia con la que aquel español le contaba las contras de usar aquella palabra le causaban gracia. “Seguramente así han de pensar de mi acento”, pensó.

Con la vista recorrió el lugar. La decoración taurina le daba ese toque ibérico inherente. En la barra, las personas discutían acerca del último partido del Real Madrid, otras más sobre los planes económicos de José Luis Rodríguez Zapatero y el resto simplemente era un bullicio con acento español en el cual sólo se distinguían los “joder”, “tío” y el “que me has…”.

Se extrañó de ver el piso del lugar lleno de servilletas desechables usadas. Le daban un aspecto sucio al lugar; sin embargo, recordó uno de los primeros consejos que escuchó desde que llegó a España: si entras a un bar y el piso está lleno de servilletas, significa que el sitio es bueno, pues va mucha gente a comer.

“Qué no chinguen! de menos que contraten a un cabrón para que le dé una barridita. Es más, por unos euros yo lo hago”, se dijo para sí mismo y sonrió.
Welcome to the jungle, we take it day by day. If you want it you're gonna bleed, but it's the price you pay. And you're a very sexy girl
Quizá por el gesto involuntario o inconsciente, nunca lo supo, pero se sintió observado. Volteó a su derecha y se encontró con esa mirada azul intensa. ¿Choque de sonrisas? No lo supo. Al principio pensó que estaba confundido.
That's very hard to please. You can taste the bright lights, but you won't get them for free in the jungle. Welcome to the jungle feel my, my, my serpentine. I, I wanna hear you scream
“Es a mí? no creo”, pensó y miró si no era para el cantinero o alguna otra persona. La chica no pudo disimular su risa ante el desconcierto. Era una rubia con mirada profunda, el cabello, aunque atado, caía en coleta sobre su hombro izquierdo, los labios delgados estaban perfectamente delineados por un carmín discreto.

La blusa negra acentuaba lo blanco de su piel. Bebía con elegancia y de vez en cuando “picaba” las patatas bravas que había en el centro de la mesa.
Welcome to the jungle. It gets worse here everyday. You learn the live like an animal in the jungle, where we play if you got a hunger for what you see. You'll take it eventually. You can have anything you want, but you better not take it from me
La escena lo paralizó. Era evidente que ese tipo de cosas no le pasaban, al menos no en su realidad. “No mames, ¿será puta?”, se cuestionó aún incrédulo. Era imposible, desde su perspectiva, que una mujer así le sonriera y le flirteara aparentemente por pura atracción.

“Sí, debe ser puta. Es mucha suerte”, se dijo ensimismado. Midió el terreno. No se veía nadie cerca, lo que lo hizo confirmar su teoría respeto a la supuesta moral relajada de la rubia. Otra sonrisa de la chica, que no dejaba de mirarlo, lo cimbró.
In the jungle. Welcome to the jungle. Watch it bring you to your sha na na na na na na na knees, knees I gonna watch you bleed
And when you're high you never ever want to come down, so down, so down, so down, so dooooowwwwwn.
Yeah yeah yeah!
Es de sobra decir, que le afloró el gran mal del mexicano post hispánico: le dio miedo y dudó en acercarse. Titubeó, se acobardó, se pandeó, se chiveó. El cantinero rompió su diálogo y lucha interna

- Te pongo otra caña?
- Sí, gracias
- Retiro los vasos

“Los vasos!”, dijo en voz baja. Clavó la mirada en la mesa, había dos. “Viene acompañada”, susurró. La caña había llegado. Dos tragos y un cigarro aligeraron la tensión. El olor a tabaco estaba por doquier y los hilillos de humo parecían llevarlo hasta la rubia.

Otro trago de cerveza. “Vas! Total, qué pedo!”, pensó decidido. Justo en ese momento llegó a la mesa otra mujer. Era de estatura media, cabello negro y piel trigueña. Sus ojos eran verdes, aunque quedaba la duda si era su color natural o usaba pupilentes. Vestía jeans azules y botas negras y un abrigo oscuro.

Freno y reversa. Las mujeres hablaron entre sí. No era español, ni inglés. La rubia dijo algo, sonrió y lo miró fijamente. La trigueña volteó, lo miró y sonrió con complicidad.
You know where you are? You're in the jungle baby. You're gonna die!
In the jungle. Welcome to the jungle. Watch it bring you to your sha na na na na na na na knees, knees I gonna watch you bleed
No supo qué hacer. Sintió mucho calor en la cara y se imaginó rojo. La rubia se levantó, tomó su bolso, la chamarra y se dirigió a la puerta, no sin antes voltear y decirle adiós con la mano al tiempo que guiñaba el ojo.

“Eres lento, latino. Conquistaste a mi amiga y no hiciste nada”, dijo la trigueña al acercarse a pagar. “En la selva, te morirías de hambre. Se te fue la presa. Suerte para la próxima”, reiteró la mujer de cabello negro al tiempo que le tocaba la mejilla.

- Tío, quizá tú eras la presa. Bienvenido a la jungla! Te pongo otra caña?
- Mejor la cuenta, dijo frustrado.
In the jungle. Welcome to the jungle. Feel my, my, my serpentine
In the jungle. Welcome to the jungle. Watch it bring you to your sha na na na na na na na knees, knees. I gonna watch you bleed. In the jungle. Welcome to the jungle. Watch it bring you to your, it' gonna bring you down-HA!
La tarde caía, la Plaza Mayor lo esperaba y la frustración en el terreno amoroso… esa se quedaba. “Como siempre”, pensó y se perdió entre las calles mientras tarareaba “Jungle, welcome to the jungle…"

En cursivas: Welcome to the Jungle, Guns n' Roses; Appetite for destruction, 1987

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La mente abismal

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Madrid, Spain
"Pese a todas sus imperfecciones, admiro al ser humano... soy un humanista, tal vez el último" John Milton (Satanás), El Abogado del Diablo

Sobre el abismo...

Pareciera tarea fácil definir o explicar qué es un abismo; sin embargo, la palabra encierra muchos conceptos. La explicación más simple y común lo define como "Infierno"

Hay quienes lo catalogan como un "gran espacio peligroso, cuya profundidad es vasta".

Otra definición lo califica como algo "inmenso, insondable o incomprensible" o también se le considera la "gran diferencia u oposición entre personas, ideas o cosas".

¿Acaso no todos esos calificativos describen nuestra realidad?

No es sino el propio humano quien ha acrecentado el tamaño del abismo con sus contrastantes sentimientos y cambios de humor.

Irónicamente estamos en medio de un vacío, rodeados de personas tanto o más solitarias que nosotros mismos.

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